lunes, 19 de junio de 2017

¿Qué pasa en Siria?



Pocos meses después de cambiar de gerente general, Estados Unidos vuelve a bombardear fuera de sus fronteras. Esta vez le tocó a Siria, donde el imperialismo no pudo imponerse mediante sus cipayos a sueldo. Entonces Washington opta por jugar la carta final, que es la intervención directa sobre el territorio.

¿Por qué bombardean?

Estados Unidos atribuye al gobierno sirio el ataque con armas químicas en Idlib, ocurrido el pasado 4 de abril. Es decir, para los yanquis Bashar Al-Assad utilizó armas químicas contra el pueblo sirio y, por lo tanto, Al-Assad es un “dictador” y un “tirano”. Y así hablan todos los medios occidentales, repetidos por los medios de América Latina, para ir colonizando el sentido común por todo el mundo y formar el consenso de que algo hay que hacer en Siria.
Claro, lo que hay que hacer es bombardear. E invadir. No es aceptable que un dictador y un tirano siga oprimiendo al pueblo sirio. Entonces el bombardeo está legitimado y luego también lo estará la invasión posterior.

¿Quién bombardea e invade?

La policía mundial, que es como decir la OTAN hegemonizada por Estados Unidos. Es decir, el imperialismo occidental liderado por Washington. Cuando Occidente “detecta” un “dictador” o un “tirano” en alguna parte fuera de Occidente, activa sus medios de difusión para “denunciar” esa dictadura. Una vez conseguido el consenso, que son las mayorías reproduciendo con indignación la “denuncia” de los medios, Occidente tira sus bombas e invade.
Esto es lo que pasa en Siria: Estados Unidos definió que Bashar Al-Assad es un dictador/tirano, los medios occidentales echaron a rodar la idea y los consumidores de esos medios la compramos. Por lo tanto, Estados Unidos está legitimado para arrojar bombas sobre Siria, destruir a Bashar Al-Assad y llevarles la democracia a los sirios.
Pero hay problemas, muchos problemas.

Lo que no nos cuentan (o nos cuentan mal)

No, la verdad es que Bashar Al-Assad no es ningún dictador ni ejerce la tiranía. Al-Assad fue electo presidente constitucional de Siria con el 88% del voto popular de los sirios. No como Michel Temer, por ejemplo, que gobierna en Brasil sin haber sido votado por nadie y aplicando políticas neoliberales dictadas por Washington. Y tampoco como Mauricio Macri, que a pesar de haber llegado por el voto popular gobierna con mano de hierro, prescinde de los demás poderes y aplica las mismas políticas contra la voluntad de los pueblos, que están tomando las calles. Para Washington, Temer y Macri no son dictadores ni tiranos, ni hay necesidad de caerles como policía mundial para reestablecer la democracia en esos países. Parecida es la opinión de ellos sobre los monarcas de Arabia Saudita que, como sabemos por los medios occidentales, son la democracia por antonomasia y no cometen ningún genocidio en Yemen ni imponen una tiranía sobre sus propios saudíes.
Ironías y sarcasmos aparte, tampoco es válida la excusa de que el ataque con armas químicas en Idlib es obra de Bashar Al-Assad, porque eso no es cierto. Estados Unidos no puede probarlo, pero lanza asimismo los ataques. La misma BBC de Londres ya lo pone en duda. Lo cierto es que las armas químicas han sido destruidas en Siria por el ejército ruso —con supervisión de la ONU— en el año 2013, justamente para evitar que Estados Unidos tuviera la excusa para una invasión al territorio. Lo más probable es que estemos ante un atentado de falsa bandera, perpetrado por Occidente mediante sus fanáticos a sueldo de la oposición siria.

Excusas para invadir, matar y robar

Sea como fuere, la verdad no tardará en aparecer. No hace mucho que el imperialismo occidental liderado por Estados Unidos acusó a Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva para lanzar un ataque seguido de una invasión a Irak. El resultado fue la captura (2003) y la ejecución de Hussein (2006), y la anexión de Irak como provincia petrolera del imperialismo occidental. Irak dejó de ser un país soberano —o dejó de ser un país a secas y se convirtió en una provincia ocupada— y Saddam Hussein no vivió para contarla porque, dos años después de su ejecución, los yanquis admitieron que en Irak no había armas de destrucción masiva. ¿No es tierno?
Muy tierno e hipócrita. ¿Por qué? Porque Occidente no bombardea ni invade países para llevar ninguna democracia ni para remover dictadores, tiranos o demonios. Lo hace para matar a los pueblos y robar sus riquezas y los recursos. La construcción de la imagen de un “tirano” y un “dictador” es el método de construcción de legitimidad que el imperialismo occidental utiliza. Es su arma de destrucción masiva de cerebros.

¿Y entonces?

Entonces, cuando en América Latina repetimos las zonceras de los medios occidentales, zonceras repetidas por los medios de aquí con un entusiasmo cipayo que da miedo, somos funcionales a los intereses del imperialismo occidental y de las corporaciones que están detrás suyo. Cuando repetimos alegremente que Bashar Al-Assad atacó a su propio pueblo con armas químicas y lo llamamos “dictador” y “tirano”, estamos dando la carta blanca que Estados Unidos necesita para empezar otra guerra y satisfacer la sed de oro de su complejo industrial-militar, además de apropiarse de los recursos naturales ajenos que necesita para seguir dominando el mundo entero.
Ayer fueron Irak y Libia, hoy es Siria y mañana será Venezuela. ¿Y pasado mañana? ¿Qué pasará pasado mañana? ¿Qué va a pasar cuando el águila imperial, habiendo comido hasta la saciedad en esos países, tenga hambre de nuevo? ¿Qué sucederá cuando tenga sed? Vendrá a beber aquí, en el Acuífero Guaraní, una de las reservas de agua dulce más grandes del planeta que tenemos debajo de nuestros pies y nos pertenece. Cuando eso pase, van a dibujar aquí al “dictador” y un “tirano”, van a perpetrar ataques de falsa bandera y nos van a arrojar sus bombas para pisarnos con sus botas. Y la “opinión pública” en lugares como Siria, Libia, Irak y Venezuela va a aplaudir a rabiar el restablecimiento de la democracia en América Latina. Es que la “opinión pública” es la opinión privada, es el sentido común colonizado por el poder en los países que han sido derrotados.
¿Estamos derrotados ya? Todavía no. Entonces no repitamos ni seamos funcionales al enemigo de los pueblos. La invasión a Siria es una invasión a la dignidad de todos nosotros.


Publicado originalmente en: La batalla cultural

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